No sé ni por dónde empezar.
¿Por el principio? Mis padres son de izquierdas y cuando yo nací los lazos eran burgueses. Así que me vestían de bebé obrero. Mi padre me regalaba grúas y retroexcavadoras para que jugara. Estaba claro que yo era una niña, me ponían también vestidos etc, pero no me educaron con limitaciones debidas a mi sexo. Nuestro padre nos apuntó a las dos a clases de ajedrez porque el pobre quería que fuéramos las Polgár. Con cuatro años. Vaya coñazo. Suelo decir que me tiró a la marmita del ajedrez demasiado joven y me produce rechazo. Pero los hombres que juegan al ajedrez tienen puntos extra conmigo.
En mi adolescencia no era demasiado femenina, en clase me llamaban la nadadora «nada por delante y nada por detrás». Qué entrañables los adolescentes. Yo era muy buena estudiante, me gusta leer, tengo buena orientación espacial, se me dan bien las matemáticas y los idiomas. Quería ser traductora y en casa no me apoyaron demasiado en mi decisión.
Terminé estudiando telecomunicaciones porque era la única ingeniería sin dibujo.
La primera vez que me topé con machismo así en la cara fue en la Universidad. Cuando nuestros compañeros capullos nos ninguneaban a nosotras. Eramos más o menos 50 % de mujeres en clase, en clases bastante pequeñas porque la carrera era nueva. Y nos encontramos con que nos apuntábamos en listas para ir la hora de laboratorio que nos convenía y nos tachaban de las listas. «Para estar ellos juntos». Y luego hablan de las mujeres en el baño. La historia se polarizó tanto, incluidas unas elecciones a delegado en las que salté por encima de una persona porque cada voto contaba y faltaba un voto de nuestro lado, que los profesores acabaron también polarizados. Había profesores que daban clase a las chicas y otros que daban clase a los chicos.
Los capullos pactaban las preguntas que se iban a hacer después de que uno de ellos hiciera una presentación. Y a nosotras nos hacían preguntas a putear.
De allí me fui a mi primer trabajo y todo esto desapareció. Conocí a mis chicos madrileños, a los que quiero y son mis amigotes. En ese trabajo había un ambiente que no he vuelto a tener después. Trabajábamos a turnos y pasábamos tantas horas juntos que la amistad se hizo muy especial.
Después cambié de trabajo y me fui a una empresa menos moderna. Una empresa… con la que tengo una relación de amor odio.
La primera vez que me encontré con una situación sorprendente fue cuando mi gerente me presentó a otro jefe diciendo «Esta es Heike, mira que alta y que simpática es». Se me hace complicado pensar en una presentación parecida de un compañero.
Hubo otra vez en la que iba a tomar un autobus en Brasil y alguien me dijo que no era buena idea siendo mujer. Como le explicaba a Agur en su día, hasta ese momento no había sido consciente de que hacer ciertas cosas siendo mujer no es buena idea.
Que no se me malinterprete, por supuesto que he pasado miedo yendo yo sola a casa por la noche y más después de un episodio muy desagradable en mi familia, pero es difícil que me sienta intimidada. Mido 1 80.
SI que os voy a decir desde mi experiencia que los hombres bajitos, con alguna excepción claro, odian a las mujeres altas. Algunos son tan capullos que se sienten amenazados y necesitan humillarte verbalmente para sentirse superiores.
Mi trabajo es muy técnico y ya pasé hace muchos años en mi empresa latinoamericana la barrera de tener que defender mi posición, porque al ser mujer no están acostumbrados a que tengas conocimientos técnicos o a que les digas desde tu posición de jefe de proyecto qué es lo que tienen que hacer y qué esperas de ellos.
Un gerente me dijo una vez que las mujeres vascas somos así porque no tenemos un hombre al lado que nos domine. Tuve que recordarle que mi abuela se quedó viuda con 44 años y 6 hijos a su cargo. A la mierda, hombre ya.
Ahora estoy llegando a una nueva etapa muy agradable en la vida de una mujer trabajadora. La etapa en la que tienes 3x años, estabilidad económica y sentimental y dices bueno pues voy a ser madre. Y nunca es buen momento. O la probabilidad de que sea buen momento es escasa. Y menos en un mundo sin compañeras ni jefas. No lo entienden. Ellos no tienen este problema. Ellos no tienen que buscar 5 meses en los que parar. Y si tienes 31 años como es mi caso, en el que se considera «que soy joven» pretenden que lo retrase n años hasta que «les venga bien». Claro porque si tengo éxito en mi carrera cuando tenga más responsabilidad será mejor idea parar en ese momento que ahora cuando empieza a irme bien. Y es mejor idea tener el primer hijo con casi 40 años que con treinta y pocos, no te digo.
Yo digo que esto se solucionaría si obligaras a los hombres a tomarse baja paternal tan larga como las de las mujeres. Porque los hijos no son solo tuyos. Como decía la COO de Facebook en esta campaña , los hijos no son un trabajo a tiempo completo de las mujeres y a tiempo parcial de los hombres. Pero también tengo compañeros que dicen que si obligaras a los hombres a tomar una baja paternal la natalidad caería drásticamente. Que si fuera así ellos no tendrían hijos. Madre mía, cómo está el patio.
Me está ocurriendo otra cosa graciosa post-feminista (¿o machista?) en la que estoy recibiendo presión para tomar una decisión profesional que afectaría profesionalmente al canadiense. Es decir, que yo tendría trabajo y él no podría trabajar. Y me están diciendo que opinar que quizá esa oportunidad profesional ahora no sea buen momento es machista y que él debería dejarlo todo. Que darle prioridad por una maldita vez a mi vida personal sobre la profesional es un error.
Así que de nuevo «trae , que te organizo tu vida, que tú no sabes». ¿No es machista esto? ¿Dar por hecho que yo no sé tomar decisiones por mí misma? ¿O que no tengo derecho a tomar una decisión en conjunto con mi pareja entendiendo sus necesidades y tratando de llegar a una solución que nos convenga a los dos? ¿Sería aceptable para ellos que él hiciera lo mismo? ¿Que tomara una decisión unilateral que me afectara tanto a mí?
Ojalá todo este asunto de la maternidad fuera flexible biológicamente y pudieras decidir «cariño, no me viene bien tener un niño ahora, tenlo tú y luego lo tengo yo». Sería más justo. Ya que biológicamente es nuestra la responsabilidad física y biológica de tener hijos, no estaría mal comprensión y apoyo por parte de la sociedad.
Que no nos despidan, que no juzguen cuándo ni cómo ni con quien, ni si si ni si no. Que no consideren que la responsabilidad después de paridos es únicamente nuestra, que no tenga un precio tan alto, que os calléis y nos dejéis en paz, coño.
Que a vosotros ningún metro medio de mierda os ha dicho delante de 15 personas que os quería tocar el culo y le han reído la gracia. Ni os pagan menos, ni tenéis que currar más, ni demostrar más, ni tener cuidado si sois muy bruscas porque entonces sois unas mandonas y unas brujas, ni unas flojas si os ponéis a llorar de rabia.
Si los hombres tuvieran la regla les darían dos días libres al mes.
Yo era feminista sin saberlo, era feminista porque mi padre hacía y hace de todo en casa y jamás nos han educado en servir a un hombre, ni en lo que es «ser femenina» ni en no dar nuestra opinión, ni en que hay cosas que no debamos hacer.
Pero ahora, cuanto más sé del mundo más feminista soy.
Y a los que hablan de feminazis les cortaba el pene, como hacen con el clítoris de muchas niñas en este mundo. O les decía que no pueden leer,que no pueden estudiar, que no pueden reírse sin taparse la boca, que está mal hablar sin que te pregunten, que tienen que depilarse, que una semana al mes son impuros, que tienen que pedir permiso para viajar o abrir una cuenta bancaria, o ir acompañados a los bares, o que comer solo en un restaurante es triste, o que ir solo al cine es triste, o que no les invitamos a no se qué viaje para poder irnos de putos.
Y otro día hablamos del famoso techo de cristal.